Fartones, babayos pero buena gente.
¿Cómo ven a los asturianos desde fuera?
¿Qué tópicos describen mejor el carácter regional?
EL MAL TIEMPO
Cuando Rafa, andaluz de los de gomina y mocasín, entra en Euskadi, el cielo se vuelve negro de repente, la lluvia cae torrencial y los truenos cruzan el horizonte. ¿Exagerado? Quizá. Pero es un símil que valdría perfectamente para Asturias. Los foriatos saben que en Asturias hace malo. “Cuando un asturiano quiere cambiar de estación, cruza el Negrón”. Así de claro habla Raquel Santamarta, leonesa afincada en Ciudad Real. Para los que alguna vez han vivido aquí, se convierte en un reto acostumbrarse. Así lo ve al menos Pilar Cobos, cordobesa que pasó dos años en Asturias. “Aquí en el sur estamos por encima de los treinta grados varios meses al año y con cielos muy despejados, por lo que nos parece un poco increíble eso de que llueva todos los días y no poder usar vestidos de tirantes o sandalias”.
Pero quizá hay algo que llama más la atención que el mal tiempo, y es la relación que tenemos los asturianos con las condiciones meteorológicas. Robin Webb, un inglés que lleva más de dos décadas viviendo en la región, lo explica así: “Muchos se lamentan del tiempo. Pero sospecho que hay una mayoría (entre ellos, bastantes de los que se quejan) a los que les presta… Es algo de lo que presumir de alguna manera: Esto ye Asturies, ye lo que hay…y si no te gusta o no puedes con ello, entos ya puedes marchar”, imita.
Y peor es cuando hace calor. “¿Cómo puede ser que haya un montón de asturianos que cuando se superan los 20 grados dicen que se mueren de calor?”. La pregunta es de Javier Pérez-Acebrón, un actor madrileño que ha visitado Asturias en muchas ocasiones. “No hay ni uno ni dos, le pasa a mucha gente allí. De repente rompen a sudar y te dicen que este calor es insoportable”. Esto también le pasa a Pilar Cobos, la periodista cordobesa: “Ves a señoras que con 25 grados usan paraguas para protegerse del sol… pero si aquí llegamos a los 46 grados en julio o agosto”.
CACHOPOS Y MARAÑUELAS
“Ir a una casa de un asturiano y acabar el postre con Almax porque te ha obligado a comer una fabada, un cachopo y unas marañuelas”. Así describe sus experiencias en Asturias Jesús Martín, experto en comunicación y ONGs extremeño, afincado en Madrid y un habitual de Asturias en cualquier época del año. Y es que pasar hambre en nuestra región sería el argumento de una película de ciencia ficción. “Salir a comer fuera en Asturias es siempre una fiesta. Toda celebración lleva implícita una comida, las sobremesas son larguísimas. Y si no están comiendo, los asturianos estarán hablando de comida”, dice Pérez-Acebrón.
Webb sabe que en este caso, su país natal sale perdiendo: “Es que en Asturias se come francamente bien y las raciones no son abundantes, son enormes. Si te fijas un poco, puedes ver y oír la palabra cachopo muchísimas veces en un solo día. El tema de las cantidades es muy evidente en las bodas. Pude comparar una boda inglesa con una asturiana en el mismo verano y la de mi país perdió por goleada”. Pilar Cobos dice que, para una andaluza, resulta muy curiosa la forma de servir los guisos: “Eso de que te dejen la cazuela para que te sirvas lo que quieras o que incluso salga la señora que lo ha cocinado a atenderte y a veces insista para que repitas, como una madre, es un gesto muy familiar que se agradece. Aquí –en referencia a Córdoba- no se suelen comer esos guisos fuera de casa, supongo que por el calor”.
Y beber… “la fama de borrachos es por algo”, como dice aquel rap de Dark La Eme, basado también en lo tópicos. Y no solo la cantidad, sino la forma, el peso que tiene la sidra en la vida social asturiana, es una de las cosas que más llaman la atención. Jesús Martín recuerda así su bautizo: “Estás en Asturias cuando te insisten en que aprendas a escanciar y acabas empapado y oliendo a sidra toda la noche”. Robin Webb no le da a esto tanta importancia: “Beber, beben mucho sí. Pero los ingleses también, así que no me impresiona”.
RUIDO Y CAGAMENTOS POR DOQUIER
Si una leonesa te dice que los asturianos hablamos alto, es que lo hacemos, y mucho. “Es que sois escandalosos, aunque nosotros, es cierto, también lo seamos. Debe ser la cercanía”, mantiene Raquel Santamarta. Y el inglés le da la razón: “No es sólo que hablen tan alto, es que a menudo hablan todos a la vez. Estas conversaciones en diagonal me hicieron pensar que a quizás la gente aquí tiene la habilidad de recibir información y opinar sobre otros temas todo a la vez. Marchar de Inglaterra, donde la gente suele hablar bajo y por turnos, y unas horas más tarde encontrarse en este ambiente bullicioso, me solía producir mareo durante mis primeros años en Asturias”.
Esta forma de hablar, casi a gritos, de muchos de los asturianos y, además, utilizando palabras mal sonantes llama mucho la atención a Pilar Cobos. “Es que en Andalucía alzamos mucho la voz a veces, pero en Asturias además lo hacen de una forma muy acalorada y usando expresiones como «Me cago en Dios». Cuando pasaba por la puerta de los chigres pensaba que estaban peleando y llegaban a las manos”, explica.
DE FOLIXA EN FOLIXA
“Mucho se meten con los andaluces por el Rocío o la feria de abril, pero hay que ver lo que le gusta a un asturiano un prau”. La frase es de Javier Pérez-Acebrón. Y muchos le darán la razón. La fiesta está muy arraigada en la sociedad asturiana y el folclore astur, presente en casi todo evento social. Y lo que no es folclore: “Vas a una fiesta de prau y flipas al ver como todo el mundo se sabe y canta al unísono la canción de Asturias de Víctor Manuel”.
Pero el amor por “lo nuestro” no sólo se ve en lo relacionado con la fiesta. “Pocos no llevan una imagen de la Santina en el coche. Sois súper patrióticos y eso os ha llevado a vender Asturias como pocas regiones aunque es cierto que tenéis que vender. Ya decís que Asturias es España y lo demás tierra conquistada”, dice Raquel Santamarta.
Para Robin Web, esto es algo positivo, pero con matices. “Si fuera asturiano –comenta- seguro que estaría igual de orgulloso y estaría hablando maravillas del paisaje como mucha gente de aquí. De hecho, creo que lo hago. Pero también hay unos que, por muy guapa que sea Asturias, deberían mirar un poco más hacía fuera y reconocer que hay más mundo”.
ESTO PÁGOLO YO
Los asturianos son, por definición y según los extranjeros consultados, hospitalarios. Otro leonés, amante del cine aunque no de Ocho apellidos vascos, community manager y trabajador cultural, Julio Fernández Buxo, lo explica: “Frente a mis paisanos, con su fama de cerrados y casi huraños, en cada visita a Asturias me he sentido muy integrado, bien tratado y forjando grandes amistades con personas que acababa de conocer. Aunque la sidra también ayudará…”. Jesús Martín pone un ejemplo muy gráfico y que a muchos les hará sentirse identificado: “Te presentan a un asturiano en un bar y te lo encuentras en el siguiente, te llama por tu nombre, te abraza y te invita a un cacharro”.
Pero lo que más alaba la gente de fuera es que en Asturias las amistades son de largo recorrido. En esto coinciden Javier Pérez-Acebrón y Pilar Cobos. “He trabajado mucho en Andalucía y allí pronto formas parte de la pandilla, te tratan como uno más y te aceptan en el grupo… pero se pasa antes. En Asturias, cuando entras en un grupo, lo haces para siempre”, explica él. Ella casi dice lo mismo: “Es una tierra a la que siempre apetece volver por la forma de ser de su gente. Al principio quizá no sean tan abiertos como los andaluces, pero después tienes la sensación de haber ganado a amigos para toda la vida”.
Asociada con esta hospitalidad encontramos una forma de generosidad que para algunos es hasta negativa. “Es verdad que los asturianos tienden a sergrandones; un concepto que nunca había conocido hasta venir aquí. Esta insistencia en pagar y no dejar hacerlo a otros puede resultar frustrante o incluso molesto, pero de manera encantadora”, explica Webb. La parte positiva de esta generosidad está en un carácter social que destaca Pérez-Acebrón. “En Asturias, la solidaridad está mucho más presente que en otras zonas de España”, mantiene.
ASTURIANOS, BABAYOS
“Un poco brutos, cabezotas, fanfarrones… a los asturianos les gusta pelear”, dice Raquel Santamarta. Su paisano Julio, lo corroborá: “He asistido a tantas declaraciones de asturianos que se jactaban de lo que han comido, bebido, gastado o amado que he perdido la cuenta… A mí en particular me hace gracia y no lo veo como algo negativo”, dice.
Pero, retomemos la frase de Raquel: “A los asturianos les gusta pelear”. ¿Es cierto? Robin Webb cree que sí. Y como ejemplo, menciona la rivalidad entre ciudades. “Lo veo mucho a través del fútbol, evidentemente uno de los pilares de la sociedad asturiana. A veces resulta gracioso – los del Oviedo llamando ‘aldeanos’ a los hinchas de una ciudad más grande – y a veces me parece excesivo – gente que se niega a pisar una ciudad o reconocer sus cosas buenas sólo por lealtad al equipo. El fútbol os separa y os une”, sentencia.
Y dentro de este carácter un poco salvaje de los asturianos hay que destacar otra de las cuestiones que menciona Julio Fernández: la sinceridad. “En ocasiones, asturianos que acababa de conocer me han aplastado con su sinceridad, a veces quizá demasiado descarnada. Creo que el asturiano en general no se anda con tonterías ni medias tintas”.